Trabaja en la vanguardia de la tecnología y ya conoce los desarrollos con los que las grandes compañías asombrarán a los usuarios y les obligarán a hacer cola ante escaparates de todo el mundo dentro de unos años. Fernando Vázquez (Cambados, 1978) pertenece al núcleo duro de Linux, un selecto grupo de expertos internacionales responsable de marcar el rumbo
Su contribución al software libre como miembro de este equipo y dentro de su empresa, el gigante de las telecomunicaciones japonés NTT, le ha convertido en la primera persona no asiática que recibe el premio de investigación más prestigioso del Gobierno nipón en el ámbito de las tecnologías de la información –entre los galardonados se encuentra también la versión para el país del navegador Firefox– y el equivalente para todo el continente que entrega de forma conjunta con China y Corea.
«El proyecto Linux es tan grande que su creador, Linus Torvalds, no puede fijar por sí solo qué nuevas funcionalidades serán necesarias en cada sector y las decisiones se asignan a un grupo selecto de ingenieros de todo el mundo. Empecé asistiendo a sus reuniones como invitado y he acabado siendo uno de los organizadores. Los acuerdos de estas cumbres acaban influenciando a los teléfonos que utilizan Android, los vehículos de Toyota o los aviones de British Airways», apunta.
En otras ocasiones, el cambadés es requerido desde diferentes ciudades del mundo para dirigir proyectos como el que hace unos años reunió a Google, HP e IBM, entre otras grandes compañías, y que le obligan a firmar estrictos contratos de confidencialidad. Además es uno de los portavoces o
evangelistas del Linux y colabora con publicaciones del Nikei y los medios de comunicación japoneses.
Toda esta actividad la compatibiliza con sus ocupaciones como responsable de los grupos de virtualización y sistemas operativos en los laboratorios de software libre de NTT, representante de la compañía en la Fundación Linux y experto senior en la filial NTT Data. Allí llegó en 2003 con una beca Vulcanus del Gobierno japonés, un programa de intercambio en las grandes empresas para el que solo resultan elegidos cada año una quincena de estudiantes de doctorado de toda Europa.
«Acabé Telecomunicaciones en Vigo en 2001, en plena crisis de las 'punto.com', y decidí quedarme en la Universidad como investigador. Después me fui a Japón y, tras volver a España, solo me costó un día decidirme a regresar. Me siento un poco culpable, pero en nuestro país no hay una industria de las tecnologías de la información, todo es importado, y cuando intentas crear tu propia empresa nadie invierte en ti», explica sobre su propia experiencia personal.
Y en el campo en el que se ha especializado todavía hay más obstáculos.
«El software libre lleva años creciendo y todavía será más grande. En Europa apenas hay una infraestructura industrial y España ha perdido el tren, pero esperemos que, con suerte, coja el siguiente». A pesar de la crisis, Fernando es optimista:
«Cuando voy a Galicia veo que hay gente que tiene ganas y no es derrotista, eso es una alegría».
Ni entusiasmo ni esfuerzos le faltaron a él para lograr expresarse solo en japonés a los tres meses de aterrizar en NTT Data y conseguir durante sus primeros años dentro de la empresa los premios al mejor ingeniero o a la mayor proyección Por si fuese poco, también es profesor en la Universidad de Kobe, aunque se ha tomado un año sabático.
Fernando bromea con el nivel de adaptación que ha alcanzado:
«Mi forma de gestualizar o de hacer una reverencia al saludar ya es tan natural que me toman por uno más». De hecho, hasta ahora residía en una casa de madera tradicional que en breve cambiará por un apartamento al lado del mar.
«Después de ocho años en Tokio necesitaba alejarme un poco de la urbe», admite.
Al contrario de lo que cualquiera podría pensar tras conocer su valioso currículo, carece de ordenador personal y se relaja con la lectura y la cocina, donde le gusta innovar fusionando, por ejemplo, pulpada acompañada de sake.
«Me gusta pasar mi tiempo libre alejado de pantallas y lo que me relaja es el sentido estático de la belleza y el aspecto más meditativo de la cultura japonesa», explica este fan confeso del cine de Kurosawa y Ozu, así como de las artes musicales y pictóricas tradicionales.
El ingeniero gallego reconoce el
admirable comportamiento del pueblo nipón durante el terrible terremoto de marzo, aunque lamenta que sus gobernantes no estuviesen a la altura:
«El problema fue la clase política y los directivos de la central. Hay un dicho aquí que dice que si algo huele mal, tápalo».
El Faro de Vigo